martes, 10 de julio de 2018

Fuji (富士山) - el éxito

El día 2 - 26.06.23

El ruido del viento, aumentado por la acústica de la cabaña, me despierta sobre la una menos cinco, justo antes del despertador. Permanezco tumbado unos minutos más, escuchando como el viento intenta arrancar la pared cercana. Preocupado si la fuerza de los soplos no nos prohibirá ascender, salgo fuera para comprobarlo.

Lo que veo, oigo y siento al encontrarme delante de la cabaña no se puede describir en palabras en ninguno de los idiomas que conozco. Debajo de los ojos veo una alformbra de nubes blanca, que refleja la luz de la luna casi llena (tengo a un amigo quien intentaba explicarme cientificamente como de llena usando varios números y definiciones, pero falló). La alfombra de nubes se vuelve muy fina o desaparece en algunos sitios, asi que se puede ver las luces de pequeños pueblos alrededor del monte. Arriba, la mitad del cielo esta lleno de estrellas (casi invisibles a causa de la luna), mientras que la otra mitad esta cubierta con otra parte de nubes. Los colores en el soplos del viento con la fuerza y el sonido particular añaden un toque especial a toda la situación, haciendo que uno se siente pequeño delante de los poderes de naturaleza. Sentí algo semejante el otro día en pleno desierto, pero allí no había nubes, ni viento, ni tampoco existió el concepto de un bater calefaccionado (mira la entrada anterior para los detalles).

Despues de un rato de contemplación vuelvo a la cabaña para desayunar y prepararme para la segunda parte de la excursión. Aunque por su ruido el viento parece muy fuerte, los minutos fuera me convencen que podemos continuar tranquilamente, porque los soplos no son tan salvajes como para obstuir nuestra subida. Cogiendo mis cosas repartidas por varios lados de la sala común me doy cuenta que hay un hombre durmiendo aquí en el suelo. Por qué no entró a una de las habitaciones vacías, para siempre permanecerá un misterio.

A la 1:35 ya todos estamos fuera de la cabaña, listos y en bastante buen estado de ánimo. Le doy a un amigo una de mis dos linternas para que todos tengamos una. En menos de 30 segundos el amigo logra repartir las partes de la linterna por todo el suelo (ups). Al recogerlo nos falta un trozo de metal importante y el chisme ya no vale para nada. Por suerte, la noche no es muy oscura, tenemos otras linternas fuertes lo bastante como para servir a dos personas, y las faroles puestas al lado de pocas cabañas que quedan entre nosotros y la cima indican el camino mucho mejor de lo que podía haber imaginado.

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